lunes, 31 de julio de 2017

Túneles

En la escalinata enorme de sueños que para siempre quedarán ahí, en el escalafón eterno de lo utópico por no poder hacerse nunca realidad, por irreales y fantásticos, dormirá para siempre aquél extraño e infantil de poder mudarse a un libro.
Abrir con cautela pero con seguridad alguna página en especial, o ninguna en particular, o lo mismo da. Escarbar apenas con la uña algún sector en especial, preferentemente casi llegando a la orejita de la hoja y zambullirse sin problema. Ahondar un rato largo en cuál es el olor exacto de algunas palabras. Investigarles tanto la forma y el espacio que ocupan que cuando vuelva sea capaz de contarle a mis amigos a qué huelen "libertad" y "primavera”, cuánto espacio ocupa "lealtad" o a cuántas comas dejaron sin vida el pelotón de "Y".
El modo de volver debería ser igual de simple y al alcance de la mano en cualquier momento de la historia. Así podría cambiar sin problemas de Márquez a Álvarez Tuñón y de Bonelli a María Elena Walsh en un abrir y cerrar de tapas.
Pienso que además, podría ser también un buen refugio amortiguador.
En días grises y espesos, viviría entonces un rato en el "Me van a tener que disculpar “del gran Sacheri para llenarme los ojos de emoción color sol para siempre, para contarle a los nietos cómo fue ganarles a ellos, aunque yo no haya hecho nada para incluirme en el plural. O al momento glorioso tan bien descripto por Bonelli en el que las clases sociales se nos hacen ácaros en las manos y entendemos todo, lo absurdo que ha sido siempre y lo fabuloso que resulta que uno siga gustando de un ser humano sin que al final importe más nada, aunque todo avance y el mundo nos pierda por los costados.
Para las trencitas y los párpados llenos de amor me iría primero a "El amor en los tiempos del cólera" con ese García Márquez tan preciso y detallista. Tanto que deberé quedarme un rato largo ahí. Tal vez si el sueño me lo permitiese le haría algunas preguntas a Florentino Ariza. Y le pediría una carta de amor, claro.
Saltearía a mi gusto las partes tristes, donde el amor es “tan fuerte como el no amor” como dice el gran Charly, y nadaría largo y tendido en lo bello de ese Márquez explicando cómo es que a uno le tiembla el cuerpo de amor.
Con Álvarez Tuñón tengo desde hace tiempo un romance idílico y refinado, aunque nunca vaya a enterarse. Le dejaría algunas lágrimas en la puerta del aserradero a los hermanos Iglesias, y cerraría los ojos con fuerza cuando ella toque ese piano para él, o para ella y sus dioses, mientras él en la quietud de ese sillón a sus espaldas empezaría a sentir el fuego mortal del amor cavando la fosa en mitad del pecho mientras la mira hacer.
Así podría para siempre sentirme protagonista, o secundaria, o espectadora eterna del sin fin de historias en las que me he sumergido y han funcionado de remo, de balsa, de borde para hacer pie.
Como última utopía, correría por los recovecos del tiempo a lo del maestro, el gran Cortázar. Y le pediría "Escribime un cuento. Uno que hable sobre mi" aunque más no sea uno que hablara de lo tonto que podría parecerle mi pedido. Cuando en la página 15 o 16, se le dé por detallar con su modo intrincado y brillante, qué es lo que piensa sobre mí, sabré que allí reside el futuro. Lo cerraré con ganas después de leerlo sin meterme dentro y lo guardaré prolijamente entre las cosas valiosas.
Tal vez algún día lo encuentren mis hijos y yo tenga que enseñarles, afortunadamente, cómo hace uno para entender mejor a los otros y a uno mismo, metiéndose en un cuento, raspando apenas un poco las hojas.

jueves, 30 de marzo de 2017

La tristeza no es sólo brasilera

Si tuviese algún día que hacer el reaconto de aquellas anécdotas que han cavado en mi un túnel hermoso y brillante,serían muchas las que pujarían por hacerse presentes y muchas tendrían razón. Pero hoy,que llueve y mi país llora sin parar,hay una hermosa que parece no tener un hilo que lo conecte con esto y yo pienso que si.
Hace un tiempo tuve la enorme suerte de hacer un viaje tan terriblemente divertido,soñado por años,con un puñado de amigos. Guardaré por siempre en mis retinas un poco gastadas de fábrica,el momento en que bajé del colectivo y me encontré con Brasil.Google imágenes pero en la vida real. El azul más azul que haya visto lo tenía aquél puente que tantísimas veces crucé en los días que estuve ahí.
Recuerdo el salto en el aire que pegué cuando vi a mis amigos que ya habían llegado un par de horas antes y la placentera sensación en los oídos de escuchar hablar en portugués. El idioma más hermoso que se haya inventado.
Una de esas noches,gloriosas y siempre divertidas,tuvimos la suerte de conocer a Renato,el brasilero más hermosamente cálido con el que me haya cruzado. Renato sabía un poco bastante de español,mucho de sonreír grande y un montón sobre relaciones humanas. Abrazador y amigable,no tardó más de diez minutos en sumarse a tomar unas cervezas con nosotros.
Si tuviese que describir dónde estábamos,todavía no sabría como hacerlo. La prainha es una playita mínima y preciosa que parecía haber sido puesta ahí,en medio de un pueblito cualquiera de Brasil,sólo para nosotros. Un par de metros a la redonda,con un mar espléndido y claro,una conservadora llena de cervezas,mis amigos riendo y un par de piedras enormes y altas para que uno pudiese sentarse a ver el mar. De ser creyente creería que cuando dicen paraíso hablan de ella.
En uno de esos ratos que pasé ahi esa noche,me arrimé a la orilla del mar,creería que con Fede,sin temor a equivocarme,a que el mar nos moje los pies.
Nos reímos unos segundos,comentamos algo al pasar y volvimos al encuentro de los otros.
Cuando di media vuelta ahí estaba él,Gabi,dibujando en la arena algo que a simple vista no podía ser otra cosa más que un trozo de mapa donde se veía Argentina y Brasil. Renato agachado en una punta,en la parte de la arena que le correspondía a él. El cabe parado como por Mendoza,estirándose para señalar Buenos Aires y decirle "Por acá vivimos nosotros".
Renato se ríe.Yo me río.Fede me dice "Es increíble este Cabe". Me acerco y le digo al brasilero más argentino du mundo "Boludo,les tocó un país hermoso"!!!!. A ustedes también me dice,y cuando me río y estoy a punto de entrar en una disputa graciosa y llena de orgullo me dice "Hablame,hablame que me encanta cómo hablan los argentinos". Hablamos,le hablé,aprendió palabras en español y me enseñó algunas en portugués. Intercambiamos piropos acerca de los paisajes y yo creo,sin habérnoslo dicho,que ambos volvimos a soñar con un mundo sin fronteras,o con el sueño de la patria grande. No hablamos de los yanquis,no adoramos las multinacionales ni hablamos de inversiones,simplemente nos sentamos en la arena,en una playita mínima,con una cerveza en la mano en un pueblito en Brasil que no puede más de hermoso,a que se nos llenen los ojos de orgullo hablando de nuestra tierra.
Hoy,que mi país sigue teniendo montañas playas y cataratas,pienso en qué idioma le explicaría a Renato que a ese país hermoso que le describí,lo asesinan paso a paso las desigualdades,el hambre,el pueblo llorando en la calle. Pienso que tal vez igual me entendería,aunque solo llorase frente a él,porque los brasileros saben de Dilma,vieron el derroque en plena democracia y entienden de "saudace" y pasión.

jueves, 25 de agosto de 2016

Nenitas de oro.

Desde siempre,desde que pude comprender el mundo a través de la consciencia,entendí que todas las veces en que las mujeres pensamos que sólo a nosotras el machismo nos ha mutilado la vida,estamos frente a un gravísimo error.Esa bomba de ácido punzante que alguna vez explotó para quemarnos para siempre,nos llenó de llagas a todos como sucede casi siempre con las grandes pestes del mundo.
Pienso entonces que a los hombres les ha tocado esa parte horrenda y siempre lacerante de tener que guardarse una a una las emociones tibias y cálidas,las que te llenan los ojos de lágrimas de alegría por ejemplo,sólo por siempre encajar y nunca jamas parecerse a una mujer. Aunque la mitad de todo lo que somos se lo debamos a una.De nada importa,el lema será para ellos siempre el mismo: "No seas nenita".
Desde aquél mismo momento,tal vez por mi afortunado acercamiento al arte desde chica,entendí que existen dos grandes espacios donde el trabajo codo a codo y la consciencia de las emociones,no son sólo un resultado sino una regla: el arte y el deporte.
Todas y cada una de las primeras clases de teatro que tuve en mi vida,por el comienzo de un nuevo año lectivo o el ingreso a un nuevo taller tuve la misma actividad para iniciar la clase: mirarme a los ojos con todos mis compañeros.Si eran cinco o treinta,daba igual.Hombres,mujeres,nenes adolescentes o adultos. Porque en verdad da igual,porque si vos estás conectado conmigo y yo con vos,de verdad ya basta. De verdad no van a pedirte que seas de cual o modo,sino todo lo contrario. Con el correr de los días,los hombres harán de mujeres y las mujeres de hombres. Y podés creerme si te digo que va a aparecer antes la emoción que la burla.Y antes,mucho antes,el abrazo.Los primeros knock out a los "no seas nenita". Porque uno necesita un compañero,no un estereotipo.
Comprendo desde afuera que a aquellos deportistas que eligen una actividad colectiva,también entienden esto desde el primer momento.Asimismo asumo que entienden que sin el otro nada,lo incompleto,el doble trabajo por intentar suplantar al compañero y la alegría de ver finalmente cuando llega al entrenamiento y como en un juego de encastre,el alivio entre las manos de volver a tu lugar porque ya no hay huecos que llenar.Por ende,también,la emoción sin fin de la tarea cumplida y lo hermoso de saber que cada uno aportó lo suyo. Que sin uno menos,nada.Que el triunfo y la derrota serán siempre en plural.
No es casual que yo piense y escriba todo esto,justo ahora que terminaron los juegos olímpicos.Es justamente gracias a ellos que me puse a pensar en lo hermoso que sería un mundo de hombres nenitas.
Casi a la madrugada,casi yéndonos,casi distraídos,un amigo buscó en su celular un rato largo para mostrarme el último gol de Los Leones que los consagró finalmente campeones olímpicos.Y entre las muchas cosas que pensé cuando vi saltar,abrazarse y llorar a esos pibes,supe que nos habíamos perdido de un mundo hermoso y sincero. Porque yo no entiendo nada de hockey y me perdí el partido,pero me guardo para siempre la imagen de esos dos tipos vencidos por la emoción,tan desbordados de felicidad que no pudieron más que echarse a llorar abrazados en el piso,con el resto de sus compañeros también llorando y riendo y volviendo a llorar.
Como dos nenitas.
Tan contundente que lo tomaré durante mucho tiempo como el mejor antídoto contra todos los días machistas que quieran venir.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Ácaros y soles.

Cuando pisa con fuerza el piso viejo y gastado de madera que alguna vez fue bueno y este cede bajo sus pies,piensa que siempre las cosas de nuestro al rededor se vuelven también un poco consecuentes con el maremoto interior.Piensa además que antes,tal vez ese pequeño chirrido la hubiese hecho correr escaleras abajo en busca de la puerta de calle.La hubiese abierto,con más apuro que convicción y hubiese huido bien rápido,como se huye siempre de las cosas que ulceran.
Sabe con precisión a qué vino aunque le guste jugar un rato a dejarse sorprender.
Decide que va a sacarse los zapatos para sentir mejor y abre uno a uno los cajones y las puertas como dejando salir el aire atrapado desde vaya uno a saber cuándo. No se sorprende de no encontrar nada más que un par de pelusas que el viento depositó ahí y algún manchón colorido,como un pegote sin forma adherido al fondo. Intuye que no va a encontrar ninguna sonrisa olvidada en el ropero ni ninguna página de ningún libro,suelta por ahí,pero igual busca.Como hizo siempre. Sabe que así tal vez,lograría que entre un poco de claridad,porque la luz la cortaron hace rato.
Abre la ventana y se ríe a carcajadas cuando descubre que además del sol,vuelan y entran también un sin fin de ácaros de van a pegarse a sus pulmones más tarde o más temprano.
Después de un rato de hurgar entiende que si pisa de determinada manera,el piso no cruje y no se le lastiman tanto los pies.Se toma un rato largo en eso,y como si bailara pero sin música ni vestidito,va entendiendo que tal vez todos los listones pueden volverse seguros con un poco de arreglo.
Cuando ve que el sol va bajando y empiezan a dolerle los pies entiende que hace rato que no hace otra cosa más que eso. Bailar descalza sobre un piso de madera para comprobar el nivel de podredumbre.Como ahora ve menos y los pies no aguantan más,sube hasta el tope la ventana y se sienta en el piso.Siente el titilar de los pies y el cansancio en los muslos como si alguien estuviese intentando tatuarle el cuerpo sin su permiso. Desde donde está,descubre sorprendida que en la parte inferior del placard,al fondo de todo el espacio vacío,hay un cajón chiquitito que no recuerda haber abierto nunca.Estira los brazos y lo abre,pensando tal vez en que será también otro micro espacio vacío. Se alegra de ver que a pesar del tiempo y la tierra,eso haya permanecido allí,intacto.
En una de esas cajitas de madera linda,sin listones podridos ni manchas de humedad,la muñeca con música y vestidito,gira sin fin en la plataforma con una sonrisa en la cara y un espejito de fondo.
Como desde hace mucho descubrió que las palabras también pueden transformarse en lágrimas de emoción,llora bajito un rato con la caja abrierta entre las manos.
Al final del día,ni se sorprendió cuando los placares se llenaron de arboles y las persianas se subieron solas.
Cuando le puso llave a la puerta y comenzó a bajar,pudo por fin contar los escalones y abrir la puerta de calle,con más convicción que apuro.

domingo, 26 de junio de 2016

Domingo

El ruedo de la pollera rasgado por dentro de tanto pasarle la mano. Maldito toc de amor y de nervios.Siempre pensó que si todas esas veces ella hubiese podido decirle qué lindo que estas o qué sonrisa más hermosa llevas hoy,sus polleras estarían como nuevas. Como recién compradas.
Otras de esas cosas que van a morir con ella: todos los vestidos que compró por él. Como imaginando que tal vez es éste el elegido o aquél otro,siempre esperando al menos parecerle bella.

Ahora no va a ponerse esas polleras cortas,de géneros livianos de juventud,solo pasa la mano y recuerda porque piensa que eso es también un poco,parte de la vejez. El recordatorio eterno. Por lo que se toma su dos o tres minutos cuando y cómo le da la gana para volverse un rato a donde no quemaba el tiempo.

Casi en el umbral,siempre,en cada paseo que da por su habitación,rememorando,piensa que es una gran desgracia del destino que ese hombre no haya sido su esposo todos los inviernos de la vida.

Entre tanto pestañea para recordar que igual,ningún camino que conduzca hacia atrás va a llevarnos a un nuevo lugar así que se sacude un poco de los hombros la angustia fugaz y apaga la luz.

Cuando cierra la puerta y está del otro lado de sus recuerdos casi tangibles,no piensa que lo que ha vivido recién sea un sueño.
Le gusta pensar,mejor,que así logra un poco que todo no sea un día sólo palabras sueltas y sonidos remotos.
Para guardar un día entre las manos la sensación de esa gasa roída por ella misma,por si falta la vista y el audífono cuesta una fortuna.
Por si se olvida que alguna vez,sintió con el cuerpo en presente.

lunes, 28 de marzo de 2016

Mi yo sin prejuicios

Dónde estará el lapiz de labio. A donde el rouge,el rimel,el delineador,los lentes de sol y el quita esmalte.
A dónde habré dejado las extenciones,la planchita y el cosito de tela ese que va en la cartera,con los bolsillos llenos de soluciones.
Dónde mierda habré dejado las medias de nylon. La lisa,la otra y la cancán.
Dónde el taco de quince,la pollera cuellito y el anillo pomposo.
A dónde el perfume casi nunca importado y el espejito que además hace bulto.
La incomodidad,la esclavitud de las cosas: no te pases el dedo! No te mojes el pelo! No te las vayas a enganchar. Cuidado los escalones. Subite el vestido. Que la bombacha te quede cómoda. Bajate el vestido.

Dónde estarán mis mil caras,como antifaces,como máscaras,como parches uno encima del otro.
A dónde habrá ido mi yo sin prejuicios,sin taras,sin vicios,tan puro y vacio qué casi doy lástima.
Asumo que anda tan lejos que casi que no es recuerdo.
Aunque siempre sea bueno abrir grande los ojos algunas veces al día.
Sacarnos del oído los prejuicios,la cosita rara de no confiar en casi nadie,y la cosa horrenda de no confiar en uno.

O l o r e s

Qué poco hablamos del olfato. Quiero decir,hablar hablamos siempre de todo,eso es sabido,es casi nuestra especialidad,pero qué pocas veces hacemos el ejercicio de hablar en términos del olfato.
Contarle por ejemplo a alguien el final de un día maravilloso en esos en que apenas nos creemos que están pasando,solo con recuerdos fragantes.
Asumo que todos guardamos,en algún lugar,el recuerdo sonoro de una noche de miedo o casi todas las canciones que sonaron una noche en que te reíste hasta llorar.
Sonido e imagen vienen casi siempre de la mano. Como en los sueños,aquellos en donde sólo uno se hizo presente,pueden ser aquellos que contemos como "raros".
Para lo otro hay que hacer el ejercicio. Un poquito de esfuerzo,de hurgar ahí adentro a ver qué aparece,y sentirse así de extraño y privilegiado cuando aparece uno completito,imagen sonido y aroma.
Como esos en los que me acuerdo de ser chica y jugar con mi primo a que por un rato largo,la pieza sin usar de la casa de mi abuela fuese mágica y fabulosamente un camarín lleno de incógnitas y cosas viejas que se volvían nuevas cada vez que podíamos descubrirlas.
Una cama enorme,con un colchón muy duro,un cubrecama prolijamente lila con unos almohadones blancos,un placar enorme y algunas cosas más propias de esos lugares. Un frío inolvidable y el inconfundible olor que expulsan las viejas y conocidas bolitas de naftalina.
Siempre,si o si,indefectiblemente ese recuerdo viene  con olor.
O la inmensidad de la tienda Los Vascos,con muchos otros ruidos y particulares rutinas,como pasar a mirar cómo cantaba en inglés o algún idioma inventado de la infancia,el pescadito que estaba sobre el mostrador. Pero el mismo aroma. Todas las veces.
Durante muchos años de mi infancia estuve convencida que mi vieja tenía un perfume especial,solo de ella y sin ningún artificio exterior,que yo me encapriché en llamar desde la mismísima inocencia "olorcito a mamá". Lo elegí para dormir infinidad de noches.

Ya de grande,algunas percepciones pueden terminar por ser distintas y fragmentar los momentos en algunos menos intensos pero igual de válidos. Asomarán entonces ahí los perfumes asociados a la gente,aquellos que uno puede oler en cualquier rincón del planeta y siempre serán "Igual al que usa...",algunos aromas menos románticos como el olor a alguna bebida que algún día hayamos tomado sin moderación y ahora nos resulte extrañamente espantosa,o el olor a tierra mojada. Hermoso y mundano olor a tierra mojada. A veces me gusta pensar que es casi una preciosa condena que nos han hecho. Casi como si fuese la minúscula obligación de ser humano  y siempre animal que debemos cumplir,de adorar secretamente y sin pasarlo por la razón,a lo que nos permite siempre poder seguir.
Me gusta todo este mejunje. Lo raro,rarísimo y hermoso de poder ver en colores,de almacenar uno a uno los días en que estar vivo fue un sueño,de emocionarnos cuando la voz de alguien que hemos escuchado hasta el cansancio y a quien nunca hemos abrazado ni de lejos,aparece en el momento indicado y lo sorprendente de encontrarte recordando algún día en que fabulosamente lograste filmar el video completo de ese momento,para volver una y otra vez,como si el tiempo los manejases vos.

martes, 13 de octubre de 2015

Perdoname,nací mujer.

Hoy otra vez nos mataron a todas. Hoy,como desde hace tanto tiempo,en medio de mi país un tipo tiene las manos chorreando sangre. Espesa,roja,ajena. De mina.
Los noticieros me cuentan que en esta semana,nueve nuevas mujeres han dejado un laberinto sangriento e indeleble que otra vez habrá de dejarnos un surco en medio del pecho,como una piedra a la que el agua golpea sin parar. Como los viejos mármoles gastados de las mezquitas,la muerte nos ha cavado un pozo barroso y pestífero en pleno cerebro.

Hasta aquí hemos llegado,señores. Hasta aquí hemos adquirido un máster tras otro en ocultar moretones. Se nos quemaron las manos de tanto pedir por favor. Con el terror comiéndonos la lengua,hemos sido ampolla y carne viva por no dejar nunca de ser señoritas sumisas
que no saben gritar en voz alta.
Acá planto bandera. No quiero una puñalada más en medio del pecho como souvenir de mis hermanas muertas. Ni ningún intento de ser humano que crea que algo entre sus piernas le da la extraña impunidad de prendernos fuego vivas.

A vos que ya naciste,a vos que como a mi los ojos te chorrean sangre, a vos que algún día vas a tapar a los hijos que aun no tenés hasta quedarse dormidos,no me dejes sola.
No mires para otro lado cuando un hombre me mutila la cara de una trompada por no aguantarme mujer.
No elijas filmarme o esconderte cuando sólo necesito que me des la mano y me ayudes a correr.
No me digas que me lo merezco,que algo habré hecho,que con esa pollera los busco.
No me vuelques la sal en la herida,me duele mucho más que esa trompada cobarde.

A los que no nacieron,a los que aún sin saberlo los protege la calidez del éter en el centro de un cuerpo de mujer que los aloja,a los que todavía no les han enseñado a odiarnos,les suplico piedad.
Que abran bien los ojos. Y las manos. Y la boca.
Que sea siempre para gritar contra el odio,para tener listo el abrazo que puede salvarle la vida a alguien.
Para recordarles siempre a todos que nada de lo que hacen sería posible sin un vientre de mujer.

A las que no están,que no nos dejen olvidar.
A las que quedamos,que nada nunca nos haga flaquear.

A vos que no te tiembla el pulso para arrancarnos de cuajo la libertad y la vida,hace un rato largo que te manchamos las manos con nuestro ¡POR FAVOR!.

Disculpá si no volvemos a suplicarte que nos perdones por ser mujer. Los muertos ya no podemos gritar.

viernes, 24 de julio de 2015

Yo tengo un perro

Mi perro me mira raro. Es decir,yo creo,desde mi mentalidad de ser humano,que mi perro acaba de mirarme raro.
No entiende qué acabo de hacer, y tiene un poco de razón. Me da risa pensarlo.
Lo cierto es que,instantáneamente,no pude más que pensar: qué raro ser perro.
Y como soy humana y paso todo por la cabeza(porque como a ustedes no me han permitido no hacerlo al menos por un segundo)intento sacarme de la cabeza a la razón que grita: ¡Igual los perros no piensan! y dejar que la imaginación,que tiene en mí un altarcito lleno de discos de Fito y libros de mil autores,pase al centro de la escena,con todo el cenital encima.
Y entonces empiezo a imaginar qué creo que me pasaría si por algunos días,una semana al menos,tuviese la increíble posibilidad de volverme un perro.
Uno cualquiera,no pido una tremenda raza de perro gigante mete miedo ni un canichito bebé que apenas se da cuenta que es perro. Me da igual,cualquiera sea. De todos modos nunca volveré a serlo,así que...tampoco me da por comparar.

Durante siete días,es decir 168 horas sos solamente un perro. Nada más ni nada menos.

Yo,como humana,nunca entiendo esa capacidad rara de los perros de dormirse y despertarse con semejante velocidad.¿Han visto?En un segundo,están en cualquiera de los dos estados. Y cambian. Y hasta ladran en el medio si es que la situación lo amerita. No posponen alarma,ni tardan horas en conciliar el sueño por alguna intriga.
Asumo que un poco tiene que ver esto de que nada los corre de su eje: siempre sobrevivir.
No hay tiempo para manosearse la cara mientras el cuerpo se contornea y se dicen cosas como en  un corito de cosas inentendibles con la broca apretada. Los perros se dan ese lujo solo cuando sienten el placer de que no los ha despertado el peligro. De que todavía están a salvo.Si no,juraría que no tardan más de 3 segundos en pasar de  estar despiertos a dormidos,y ni hablar al revés.

Mi perro tiene la impunidad de los nenes chiquitos.Un niño,digamos un nene de unos 4 años,no tiene noción ni le interesa muchas veces si es que ahí,en medio de un supermercado,"queda mal"llorar y patalear a los gritos.
A mi perro tampoco.
Tiene una de esas insistencias que de haber sido humano sería ya un perdedor serial de la dignidad. Toca,sin parar,una y otra vez la puerta con la misma esperanza de la primera vez.
Casi siempre lo logra.

La gente,los que no lo conocen,tiene siempre la idea alocada de que es un perro malo y rebelde. Yo me río porque lo último que me imagino es a mi perro saliendo como una tromba a morder a alguien.
Mira,si.Vigila.Intenta además de todo pasarse la única vida de perro cuidando a sus "dueños". Pero no se pone el sayo cuando no le cabe.

Los demás,los que lo ven a diario y visitan mi casa por tantísima razones,saben ya de memoria una regla básica: No te pongas a jugar con él,porque no te deja ir nunca.
Otra vez el espíritu infantil que uno reprende sólo con culpa.

Ahora duerme,por supuesto. Hace un rato largo que dejó de mirarme y volví a ser sólo su humano a cargo. Sin embargo,yo hace rato que escribo de él.
Siempre me voy de cursi y a veces me empalago,pero a veces también me gusta.
Mi perro no tiene raza,es una extraña mezcla entre otras dos razas que nadie se pone de acuerdo en acertar. No tengo idea dónde están sus padres,tal vez si los veo no los reconozco. A veces me hace dar uno de esos enojos fugaces que uno tiene casi sin querer. Pero casi siempre lo entiendo. Hago el intento.

El duerme en la tranquilidad del sillón,mullido de almohadas y con el televisor de fondo. Yo borro y escribo,hace un rato largo,porque quiero hablar de él.

Me gusta que cada uno hayamos elegido,la extraña pero genuina forma de decirnos "gracias"

domingo, 7 de diciembre de 2014

Memorias domingueras!

Mi adorado Fito y mi amiga Mercedes se miran frente a  frente en las dos paredes más amplias de mi nueva casa. Si abro las persianas de la mañana a la noche, a los dos los baña por completo un sol inmenso. Algunos días muy fuerte.Algunos otros es el vientito bahiense el que les sopla la cara y los hace sonreír.
Yo los he visto,aunque nadie pueda creerme nunca.
Creo que sonríen en complicidad. Se saben un poco dueños de muchas de las alegrías de mi vida y creo que yo también sonreiría si alguien me diera ese lugar especial.
Hace muchos años que las palabras de ambos andan cavando fosas en mi para que nunca me las olvide. Las acomodan bien,no sé nunca cómo es que lo hacen pero lo cierto es que no es dificil encontrarlas siempre listas dentro de mi cuando se me desdibujan un poco los nortes y se me mambea el corazón.

Si miro por la ventana hay muchos techos. Muchisimos. No podría contarlos. O si,pero igual me estaría olvidando de un montón. Son muchos y de muchos colores. A lo lejos,en primavera, un puñado de jacarandas se ríen sin parar hasta dejar el suelo lleno de sonrisas. Todo violeta y azul y raro. Porque es domingo y los domingos siempre son raros.
En mi ventana tres masetas resecas y sin color esperan que alguna vez les plante una primavera en medio del estomago. Algún día lo haré. Tal vez cuando a mi también me crezca una primavera en las manos,o en el pecho,o en medio de las pestañas.
Algo gira sin parar en lo alto de uno de los techos. Algunos dicen que es un extractor de aire o algo por el estilo. Yo prefiero pensar que es el tiempo. Sea lo que sea, esa cosa extraña y movediza no deja nunca de girar,día y noche,para que no me olvide nunca que el tiempo siempre sigue. Que nunca para. Que anda siempre cerca y agazapado contándonos los minutos.

Tengo un par de vecinos chinos que no paran de gritar. Aunque creo que no se pelean,que así se disparan palabras uno en la cara del otro. A veces me gustaría entender qué dicen. O convidarles un mate. O gritarles que no trabajen tanto,que nos hacen sentir vagos a los argentinos,que si quieren les llevo un vaso de agua,o una canción alegre para que no extrañen tanto a su país.
Me pregunto si ellos también sentirán hoy el olor del domingo en todos lados.

La prolijidad asiática
y el desborde latinoamericano conviven perfectamente en el techo que mas veo desde mi ventana. Siempre me hace reír eso. Me hace pensar que capaz,en una de esas,con empeño podríamos vivir todos juntos sin matarnos u odiarnos o rompernos las pelotas uno al otro.

Y el tren,claro. También está el tren. Tiene un sonido tan estridente, y particular, y especial que siempre logra que le prestes atención. Aunque más no sea un segundo en que adivinás que está pasando por acá cerca y lleva con él un sin fin de ojos que nunca vas a mirar pero que de todos modos viven y sonríen y lo observan todo. Como yo,que miro mi diminuto todo desde mi ventana, que me río de ver cómo el sol lo hace pestañear a Fito sin parar y los ácaros de mis masetas hacen estornudar a mi amiga.
Como yo que escucho el tren en toda mi casa,en las paredes y los techos y el chirriar de las ventanas.
Y siempre espero que no sea el mío.

domingo, 26 de octubre de 2014

Gracias vida.

¡Cómo suena el telefono! Sin parar. Entra y sale del sueño todo el tiempo. Hay segundos en que no entiendo nada.
Abro los ojos. Lo miro. Sos vos.
Atiendo casi al mismo instante en que mis ojos corroboran que la primera y segunda letra coinciden con tu nombre.
Digo ¿Hola,estás bien? casi como un acto reflejo.
Me acuerdo de esa mañana. Cuando yo dormía y vos llorabas. ¿Te acordás?. Estoy segura: de haber sido creyente,estaría jurando que Dios me tiró de las sábanas y me gritó que me despierte.
Te llamé y no podías hablar. Te ahogabas. Caminé las cinco cuadras como si solo hubiese tenido que irme al patio de mi casa.
Qué dia feo,lo demás te lo acordás. Vos  y yo lo sabemos. Entre todo lo gris,las dos dimos  bajito las "muchas gracias" a la vida por habernos encontrado.
Me acuerdo de eso y no te escucho. No sos voz la que  habla. Ajá.Escucho en silencio y espectante. Sonrío mucho y,otra vez,llego a vos en un tiempo récord.
De vuelta las dos,poniendonos a prueba secretamente para volver a confirmar tanta lealtad.
Te miro a los ojos y me parece creer que nunca en la vida te entendí tanto. Tenes un miedo de esos atrozmente secretos y al mismo tiempo una felicidad tan inmensa que debería ponerme a pensar mucho  cuándo fue la última vez que te vi así . Sos otra persona con el corazón de mi amiga.
En silencio,otra vez, agradezco que hayamos hecho tanto el ejercicio de entendernos sin hablarnos. Porque no podría hablarte tanto como quisiera justo en este momento. Porque ya lo soñamos y lo imaginamos tantas veces que podríamos repetirlo sin problemas. Vos y yo ya lo vivimos,aunque ésta sea la primera vez.
Si te agarro la mano,vos que sos siempre tan talentosa para comprenderme, vas a saber que es mucho más que un "acá estoy" eso de sostenerte en mi. Es un juramento que no puede hacerse con palabras porque hasta sería restarle importancia. Es un "juntas, en todas las noches de invierno en que vivir sea una cosa rarisima". Un "Vos podés,siempre. Y si no consultame." "Mi hermana"
Uf,raro.
Por momentos lloro y en muchos otros me río a carcajadas. Me trabo de risa. Me duele la panza. De nervios y de risa. Todo raro. Y lindo,re lindo.
Alguien llora y otra vez hay mucho ruido. Pero raro y fuerte. No sé,no es lindo.
Me asusto y siento que respiro mal.
Abro los ojos.
Me despierto.

Já! Mirá vos. ¿De verdad? Igual si,seguro que si. ¿No me vas a decir que vos no nos imaginás? Gracias vida. Gracias por vos.
De corazón.

sábado, 12 de julio de 2014

Un día...

Estoy a un día de saberme distinta para siempre.


Mañana cuando me levante,cuando decida abrir las ventanas y poner la pava, cuando prenda la compu y el televisor para ver qué dice el mundo,voy a estar sin darme cuenta descontando los minutos y despidiendo a mi yo anterior.
Tengo 22 años. Llevo visto cuatro mundiales de forma consciente y algunos más sin recordar absolutamente nada.
Es la primera vez en mi vida que puedo ponerme en el lugar de aquellos que dicen que vivir una final del mundo no se parece en nada a la alegría y los nervios que dan los otros seis partidos que necesariamente hay que recorrer. Aun así todavía no ha llegado la hora por lo que de todos modos todavía no puedo describir qué debe sentir el corazón cuando el reloj va avisando que faltan minutos para que el sonido del silbatazo final nos lo agolpe contra el pecho.
Por primera vez no siento la amarga sensación de tener que esperar cuatro años más para ver a mi país desbordado de alegría.
Los sub-30 como dicen por ahí escondemos siempre en el alma la insatisfacción larga y duradera de no haber podido gritar el gol del Diego a los ingleses. Será por eso,tal vez,que a veces le pedimos tanto a Messi. Porque sabemos que puede, porque cuando alguien nos habla de lo impresionante que era verlo jugar a Maradona es imposible no pensar en Lío. Porque nos pone un paño de agua fría en la cabeza para hacernos entender que la gloria no se ha terminado para nosotros, que tenemos con qué seguir fabricando héroes.
Mañana, 13 de julio de 2014 me abandono a mi misma para abrazarme para siempre a ésta que seré a partir de ahora.
Desde mañana hasta el fin de mis días podré contarle a mis nietos que yo vi llorar a esos pibes con la sola idea de imaginarse la alegría inmensa que nos han dado a todos. Que los vi transpirar la camiseta desde el sentido más literal y los escuché darse palabras de aliento para recordarse siempre que no están solos en ésta.
A partir de mañana sabré qué se siente jugar una final del mundo. Dejar el alma en ese pedacito de tierra sin importancia para muchos pero inmensamente grande para otros.
Cuando mañana ponga el televisor bien alto para no perderme un solo detalle empezarán los rituales cabuleros que todos tenemos sin ser absolutamente conscientes de ellos.
Voy a sentarme en una silla, en el lado derecho de la mesa y voy a poner los pies sobre la parte baja de una banqueta que voy a esconder debajo de la mesa. Estaré así un rato hasta que vea cómo esos pibes se juegan la vida en cada pase y cuando los ojos se me inunden de ellos, cuando vea cómo Messi empieza con ese baile indescifrable que hacen su cadera sus pies y su cabeza y se acerca al arco de ellos, cuando los vea abrir los ojos y taparse la boca porque saben que se les viene la noche, voy a bajar los pies de la banqueta y a cruzar los dedos. Así, como una maquinita,todas las veces en que ese pibito que un día no nos animamos a cobijar nos dibuje una sonrisa de esperanza en la cara.
Cuando sean ellos los que se atrevan a querer asustarnos, cuando alguno de esos atrevidos salga corriendo y Romero se ponga en posición de defensa para demostrarles que no les tenemos miedo, voy a hacer cuernitos y a cerrar los ojos. Me gusta pensar que ni se imaginan la fuerza poderosa que podremos conseguir ahí,cuando los 40 millones que estemos mirando los mufemos para siempre.
Y voy a dejar que pase el tiempo, tratando de no sufrir demasiado en el intento y voy a cerrar muchas veces los ojos para sacarle fotos a ese partido que jamas podré olvidar,aunque quiera.
Por primera vez, los pibes que nacimos después de que según los pesimistas dejamos de ser gloriosos y de infundir miedo, los que no vimos jugar en vivo a Maradona y soñamos con un Messi envuelto en banderas y copa en mano, vamos a llorar la emoción de sabernos contemporáneos de éste mundial maravilloso y absolutamente sorpresivo. Alguna de todas esas veces en que cerraré los ojos para que lo que esté viendo se convierta automáticamente en recuerdo, voy a agradecer por lo bajo la suerte inmensa de tener un Mascherano entre nosotros. Voy a sonreír de solo pensar que este tipo, es capaz de dejarnos soñar que juntos somos invencibles. Que si confiamos en él y lo alentamos, si lo aplaudimos cada vez que deja el alma por quitarles la pelota y le dibujamos la cinta de capitán en el brazo aunque no la tenga,va a regalarnos para siempre el recuerdo memorioso del día en que lo vimos calzarse un par de alas en los pies con tal de no cortarnos la esperanza.
Desde mañana para siempre estaré en deuda con estos 23 pibes.
¿Qué me importa a mi que mañana no nos traigan la copa? ¡Si yo les debo para siempre ésta alegría inmensa en la que nos han sumido desde hace días!.
Hasta el fin de mis días tendré motivos suficientes para agradecerle a estos chicos que la bandera les pese tanto en el alma.
Hace falta esperar un par de horas para llorar con ellos en vivo. Mientras tanto,y para siempre,yo me pongo de pie y los aplaudo. Porque un día, aun cuando osamos en no confiar en ellos y tuvieron que escuchar cómo hablamos de sus capacidades con absoluto descaro, éstos pibes nos dejaron soñar un rato largo con la idea de que ,el fútbol puede ser algunas veces una cuestión menor,pero otras,como éstas en las que todo un país espera el triunfo con el puño apretado, es otra de esas cosas por las que definitivamente vale la pena  estar vivo.

jueves, 10 de julio de 2014

Desfachatez Sudaca

Algunos creen que el fútbol corresponde a aquellas pequeñas cosas de la vida que alguna vez pueden ponernos una sonrisa y en el mejor de los casos cambiarnos el día pero nunca ser demasiado trascendentales.
Yo creo que no.
Yo ya sé muy bien que no se va la pobreza ni la desigualdad porque una pelota haga flamear un arco pero quién dice...tal vez la pobreza duela menos cuando hay un motivo para que los ojos se nos llenen de lágrimas de alegría.

Empiezo a tener recuerdos más o menos nítidos desde Corea-Japón hasta acá. Este mundial me encuentra en el umbral de la adultés y empiezan poco a poco a tomar sentido muchas de las cosas que crecí viendo y escuchando. Por primera vez tuvieron más peso los deseos de buena suerte que aquellos,siempre pesimistas,que no se conforman con nada que nos pretenden prolijos con pulcritud europea pero festejan los goles con la misma desfachatez sudaca que todos.

Comenzar de a poco a prestar atención a cosas que antes tal vez no veía me hizo sentir que esta vez el sueño de todos era posible.
Casi como una especie de cábala tácita, de acuerdo no dicho, escuché cómo todos los partidos un nenito que vive en mi edificio caminó el piso hasta llegar a su departamento al grito de "vamos argentina, vamos argentina".
Mi abuela,siempre descreída de los ídolos populares,se tomó la cabeza y abrió grande los ojos para decir "Que increíble Messi,qué lo parió".
Vi a mis amigos hombres estallar en un grito de gol que quién sabe cuántos años hace que traen atragantado en medio del pecho.
Por primera vez, no me importó que el mundo entero se burle de todas aquellas que decidimos comentar de fútbol y recibí mensajes de texto de mi viejo que, incrédulo, no podía creer la goleada que se estaba comiendo Brasil.
Yo,que detesto hablar por teléfono y siempre siento que las palabras no me acompañan en esos momentos, me encontré llamando a mi mamá para decirle "Siiiiiii, somos finalistas no lo puedo creer" con el nudo en la garganta y el puño apretado porque era preciso conectarse con algo para entender que seguía siendo "la vida real".

Me confieso temerosa. El partido recién empezaba y yo ya me había tapado la boca en un gesto de "por favor que no nos hagan sufrir".

Entonces ocurrió el milagro.

Ellos, los mismos que con gesto soberbio habían entrado a la cancha dispuestos a dejarnos a mitad de camino, iban poco a poco desdibujándose. Y casi sin darnos cuenta,el aire estaba lleno de apellidos nuestros y los holandeses, sospecho,empezaban a preguntarse cómo podía ser posible.
Cuando escuché a los brasileros gritar "Oooooole" la primera vez en todo el partido que los de naranja se tomaron el atrevimiento de sacarnos la pelota, se me llenó el pecho de bronca.
Después recordé que ahí adentro,los muchos años de historia,la música, la cultura,el idioma y el sentimiento son absolutamente personales. Y vi,casi sin poder creerlo, como un tipo de la talla de Mascherano nos hacía entender segundo a segundo qué es eso tan lindo de ser argentino que no se puede explicar. Podría jurarlo: Cuando por un instante pensamos que podía irse de la cancha se nos dibujó una sonrisa de ironía. A Mascherano lo sacan muerto o no lo sacan más.
Lo vi colarse por todos los rincones y estirar la pierna derecha con la intuición casi palpable de que así nos salvaba del susto y los privaba para siempre de hacer un gol que no se merecían.
Se miraron, se gritaron, se entendieron de ese modo que nosotros siempre suponemos que se entienden y que ellos, en ocasiones como estas, nos muestran orgullosos.

La Fiera lo sabe. Y nosotros también. Por eso nos regaló este pase histórico. Por eso cerró los ojos y afinó las piernas. Con cierta timidez y los botines llenos de confianza,la Fiera Rodriguez se aseguró para siempre un lugar en el anecdotario colectivo que todos guardamos en algun lugar del alma.
Y Romero. Y Messi. Y Demichelis. Y los 40 millones de tipos que al mismo tiempo lloraban la emoción de sabernos a un paso de la meta final.

Ayer,otra vez,supe que para siempre me iba a ser imposible explicar por qué no cambiaría por nada del mundo a mi país. Capaz por eso esa bronca y el ensañamiento que a veces tengo con Zorreguieta. Porque me cuesta imaginarme rodeada de banderas naranjas, abriendo los ojos cuando están a punto de meternos un gol,cantando cantitos que no se entienden,que no me hacen sentir parte,que no me llenan los ojos de lágrimas.

Al fin de cuentas no lo supe al principio ni lo sé ahora tampoco.
Yo qué sé cuanto nos influye de verdad el fútbol y cuanto tiene de ilusión que inútilmente depositamos en él.
A mi me basta con haber escuchado a un tipo que con la humildad de los grandes se tomó un segundo para hacerle saber a su compañero que definitivamente a la gloria se la busca.
Y haber visto como todo un país, por primera vez en mucho tiempo, no necesitó nada más para entender que a veces, la vida es lo más hermoso que nos han regalado.

martes, 24 de junio de 2014

Sopita de invierno!

Reinventé una sopa exquisita tres veces. Es decir hice que cada día sea una sopa más rica.

Lo cierto es que empezaron siendo unas verduras hervidas, nada fuera de lo común, que al día siguiente se hicieron sopa de verduras con el agregado siempre al pie del cañon:los fideitos munición.
La primera vez que la probé me alegré de encontrarme con ese sabor rico del zapallo por sobre lo demás, pero el sabor intacto del resto de las verduras en el paladar. Era naranja,por el zapallo.
Al otro día se lo comenté a un amigo,como al pasar, que no sabía que rica la sopa de verduras que  había hecho.Por supuesto que no fue un comentario que abriera un debate desenfrenado entre mi amigo y yo ni que nos dejara conversar un rato largo sobre sus pro y sus contras, pero al menos me quedé minimamente satisfecha. Alguien más en el mundo sabía que esa sopa estaba increíble.

La guardé en un tupper algunos días.
Creo que no quería que se terminara y que un poco hasta me había empezado a aburrir.

Me atiborré algunos días de comidas chatarras e hidratos de carbono y recurrí finalmente una noche al tuppercito de tapa roja que me miraba desahuciado hacía días.
Ahí estaba ella, radiante y a la espera. Sabía que era imperdible. Como esos hombres que pueden pasearse por una fiesta con ese aire en la cara que solo es posible de conseguir cuando uno se sabe dueño absoluto de todas las miradas.
Como esa sonrisita que se nos dibuja un segundo antes de saber un resultado que sabemos que hemos acertado.
La saqué del tupper y la puse al fuego en una ollita negra sin manija.Le agregué agua,un caldito de verduras y le puse la tapa. La dejé ahí un rato largo y seguí con mis cosas.
La serví en el tazón con cierta incredulidad,debo confesar. Temí que el pasar de los días, y el agregado del agua y los fideitos absorviendo todo el tiempo iban a ser una mezcla un tanto extraña.

Amé el momento en que la primer cucharada me obligó a retractarme.

Y ahí, sentada en la mesa con la televisión puesta en uno de esos programas de cocina donde la gente concursa para hacer el mejor Cup-Cake, pensando en que me parecen un poco boludos pero siempre termino mirándolos, revolviendo continuamente la sopa alternando con pequeños soplidos en lugares específicos, pensé que tal vez, algunas cosas de la vida que creemos lejanas y desconocidas son tan fáciles de detectar como el sonido de la lluvia.
Algunas cosas de esas que nos cansamos de escuchar y creemos comprender es la soledad.
Si uno se pusiese a conversar con sus amigos sobre lo feo de encontrarse en soledad, probablemente la mayor parte de ellos asegurará que debe ser espantoso, que se angustian de solo pensarlo y algunos, casi los más audaces, asustarán un poco a los demás con eso de que probablemente ninguno de nosotros sepamos qué siente esa gente, que debe ser casi imposible de verbalizar.
Y ahí, casi siempre, se va a producir un silencio raro como una mezcla entre largo y algo pesado. Todos sabemos que probablemente tenga razón. Que a esa gente el alma les debe pesar tanto que les impide moverse de la cama. Y ahí, cuando los ejemplos que nos inunden la cabeza y las imágenes que pagaríamos por no protagonizar nos invadan,vamos a romper otra vez el silencio para decir que si, que tienen razón que mejor hablemos de otro tema. Y a otra cosa mariposa.
Sabemos que con suerte podremos pasar una vida medianamente digna sin haber visto a la soledad asomarse muchas veces.
Y también sabemos que está la otra. La vida a media asta y las manos arrugadas de pedir por favor.
Todos vivimos un amanecer solos. No todos vieron uno acompañado.
Y ahí arranca la grieta y el espesor en el alma ¿No?. Debe ser que de esas cosas se acuerda,al final de la vida, la gente que se siente sola ¿no?.
Me imagino como una especie de anotador imaginario que se ha hecho ya un inventario de todo lo que no hicieron. Imagino también que por esos lados no haberse contado un secreto debajo de las sábanas debe pesar más que el olvido de algún color favorito o una canción preferida.
Y ahora me doy cuenta que al final eso de ponernos en el lugar del otro no nos sale nunca. Y que vivimos un montón de tiempo con los ojos cerrados, por no perdernos de nuestro camino,pensando que a nosotros no,que no nos va a pasar,que si Dios quiere no, y nos olvidamos de que todas esas veces en que a nosotros no, a los otros si.
Y en que seguramente, la soledad debe ser eso: el día que te das cuenta que hace unos cuantos platos de sopa que no tenes con quién conversar.

jueves, 12 de junio de 2014

Lluvia de otoño

Llovía. Mucho llovía. Fuerte. Como si esa vez si,de verdad,fuera la última.
En cinco minutos estuvieron inundadas las calles de bote a bote y a los quince habían ya cortado el acceso a las autopistas.
Se paralizó la ciudad.
 Al final, uno nunca está preparado para cosas así. Porque uno piensa que si,pero no.
Puedo apostar lo que sea que a la mitad de ellos,como a mi,todo este vendaval nos agarró con la heladera semi vacía.
Un espanto porque se sabe de ante mano lo mal que uno va a comer a partir de ahí y lo mucho que va a extrañar ser parte de éste mundo consumista y compulsivo.
Tengo el recuerdo latente de haber cerrado mucho las ventanas. Aunque a veces me parezca que no.
Y otras muchas confirme que directamente o las había cerrado mal o el viento espantosamente feroz que había asustado a todos  toda la noche les había arrancado los soportes.
Lo cierto es que no podría precisar a qué día de que empiece la lluvia, mi casa era ya un basural inundado.
Afuera llovía a balde. Como la última y la primera vez. Sin ninguna piedad.
Y las paredes de mi casa ya no daban a basto de chorrearse y quedar marcadas.
Arrancaron siendo gotas pesadas que caían del techo. A montones y por todos lados.
Terminaron siendo centímetros acumulados en el piso que era imposible sacar porque abrir la puerta era una odisea.
Hubo un día en que entendí que no iba a poder lograr que ese agua permaneciera ahí sin ensuciarse por completo.
Y empecé de a poco a ver que tenía razón, que las patas de mis muebles y las esquinas estaban llenas de una cobertura marrón,como pastoza pero sin ser pegadiza. Y que poco a poco las cortinas,las puertas del lavamanos,el canasto de la ropa sucia,todo iba tomando de a poco un color entre marrón indefinido y verde sucio. Y empezaba poco a poco el olor.
Es difícil reaccionar cuando ya sabes que van a tener que pasar pocos días para que ese olor empiece a descomponerte. Y no muchos más para que empiece a parecerte normal.
La lluvia no paraba. No paró nunca. Nadie nos avisó.
Un día sentí que mis pies empezaban a tener otra resistencia al agua. Empecé a sentir que casi podía acostumbrarte a esto y olvidar cómo era eso de pisar algo frío y sólido todos los días.
Al principio me asusté. Creo que me adiviné. Que me vi hoy. Y es claro, ese otro que era yo no se parece mucho a éste que soy ahora.
Con el tiempo también eso se fue, y se convirtió en sorpresa.De la linda. De la que te invade el cuerpo los primeros segundos en que vas a abrir un regalo.
Y un día se me acostumbraron los pies,la piel se estiró como nunca,y me encontré teniendo otros movimientos que nunca había tenido.
Y empecé de a poco a no acordarme si eso lo había hecho siempre así o si había algo de todo esto nuevo que me permitia hacerlo ahora .
Y se me empezó a mezclar la voz con ésto otro, y la caminata recta con esto de encontrarme más  a gusto en cuclillas.
A veces yo también me desconozco, por eso sé que no puedo juzgar a todos los que no vinieron más a verme.
Lo raro siempre asusta. Y es una lástima porque a veces lo raro ¡Es algo tan extraño pero tan hermoso!
Uno termina mareado por no poder entender ¿Qué es aquello que a los demás les ha parecido tan raro que han decidido que no van a permitirlo?
¿Cuánto de lo que no entienden prohíben? ¡Qué peligroso el dedo índice de quien decide qué si y qué no!
Y desde hace unos días me empezó esta cosa en la panza, este nudito de soga en la garganta, este fuego descomunal en la yema de los dedos que me obliga siempre a vomitar lo que me pasa sin hacerme consciente de lo que puedo perder. Es como si ese fuego en los dedos se hiciera fogata cada vez que decido no decir lo que siento. Y me quema. Mucho. Y me ahoga, me atraganta. La garganta es un fuego, como una olla de esas gigantes que tienen las bruja de los cuentos infantiles. Llenos de lava naranja mucho más calientes que el sol.
Me ampollo y me quedo en carne viva. No quiero más eso.
Me duele, no me gusta, me asusta.
Y me encuentro todos los días así, como ahora, a punto de vomitar fuego por no quemarme por dentro, y me duermo a mi mismo las ganas de salir corriendo como pueda, como mi cuerpo de ahora me lo permite, como carajo me salga para decirte a los gritos o a los ruidos raros o a los sonidos que aun no domino bien,¡Que te amo con todo lo que soy! que todavía no sé bien qué es pero me obligo todos los días a reconocer. Con lo que nunca voy a poder ser y lo que nunca quise.

Y a vos, que la inundación te pasó de lejos, que no te salieron patas raras y la piel no se te puso verdosa. A vos que no pasas éste frío helado de saberse fuera del sistema para siempre.
Del bendito sistema que te hace a vos un soldado de plomo con corazón de pulpa, como todos los hombres y mujeres maquinita que andamos escupiendo hace rato. A vos éste vendaval ni siquiera te marcó la vereda.
Y me deja  a mi, que todos los días celebro ésto que soy aunque los demás me miren raro,en una posición extraña que no sé como tomar. Y que me anuda todos los días  el pecho para no salir a gritar a los cuatro vientos que nunca somos más estúpidos que cuando creemos que la realidad y la felicidad tenían una única definición.
Y que me asusta esto del fuego y la lava naranja. Que no quiero nunca escupir fuego por la boca por no haber sabido nunca cuando era mi momento para hablar.

Y que sin contarselo mucho a nadie, para que no se gaste ese impulso primero de pedirlo, todos los días cierro un cachito los ojos para pedir volverte a ver.